sábado, 3 de octubre de 2009

Brasil se siente amenazado

Por: Darío Pignotti | Enviar Correo al Autor | Más Artículos del Autor

Días después que Colombia anunciara la cesión de bases a tropas estadounidenses y antes de la cumbre extraordinaria de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), convocada para el 28 de agosto pasado en Bariloche (Argentina), la diplomacia de Brasil desplegó un operativo regional que demuestra su honda preocupación por el tema.

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, luego de expresar sus discrepancias a Barack Obama por el estacionamiento de tropas en Colombia, viajó a Bolivia para reunirse con Evo Morales; el canciller Celso Amorim, por su parte, luego de dialogar con Barack Obama visitó al presidente Alan García en Perú, y el ministro de Defensa, Nelson Jobim, fue enviado a Colombia.

Salvaguardar la cohesión regional amenazada tras la escalada urdida por Washington y Bogotá es prioritario para Brasilia, y ese fue uno de los temas que Lula y Morales analizaron el 22 de agosto pasado, en el Chapare, región que durante años fue base de operaciones de la DEA (agencia antinarcóticos estadounidense), expulsada en 2008 por Morales.

El avión de Lula aterrizó en una pista a la que, en tiempos de la DEA, “sólo entraban avionetas privadas o del Estado, y eso con permiso de la embajada de Estados Unidos”, recordó el mandatario boliviano.

Un sector de la prensa hegemónica brasileña desvirtuó la presencia de Lula en el trópico boliviano, fotografiado junto a Morales con atuendos indígenas y observando hojas de coca, equiparándola a un guiño hacia el narcotráfico. En rigor el viaje fue, o intentó ser, lo contrario. La visita de Lula al Chapare tuvo como objetivo, aunque no el único, vertebrar un plan eficaz contra el tráfico de drogas y armas procedentes de Bolivia, un proyecto en el que trabajan los Ministerios de Justicia y Relaciones Exteriores de Brasil, en consulta con autoridades bolivianas, desde que la DEA dejó, de mala gana, Bolivia.

“Si hubiera que definir la idea que estamos discutiendo con Bolivia, diría que es organizar algo muy distinto al Plan Colombia, con una concepción que no pasa por la militarización del combate, que respeta los usos y costumbres de la población boliviana y preocupados en que ese tema sea resuelto por nuestros países, sin la presencia de otros ajenos a la región”, comentó el viceministro de Justicia de Brasil, Luiz Paulo Barreto (1).

Para la diplomacia brasileña el desafío es contrarrestar la nueva ofensiva estadounidense liderando un programa de represión al narcotráfico, consensuado en el marco del Consejo de Combate al Narcotráfico de UNASUR, impulsado por Bolivia y Brasil.

Esa iniciativa externa se engarza con otras internas, como el primer paquete de medidas de la nueva Estrategia Nacional de Defensa, presentada a Lula en vísperas de su partida hacia Bolivia, que dotará de poder de policía a las Fuerzas Armadas para actuar en los más de 9.000 kilómetros de fronteras amazónicas: 3.500 con Bolivia, 2.900 con Perú, 1.600 con Colombia y 2.200 con Venezuela. El gobierno brasileño prometió además intensificar la lucha contra los traficantes locales, cada vez más prósperos y poderosos.

Y es que uno de los efectos colaterales del Plan Colombia, de 2000, fue el desplazamiento de parte del tráfico hacia Brasil donde, además, se expandió en casi un 100% el mercado local, que según cálculos de la ONU convirtieron a Brasil en uno de los más rentables del mundo, con 890.000 consumidores (2).

“Fomentar un cisma”


Aunque Washington alega que su presencia militar en Colombia sólo prosigue el combate al narcotráfico y la insurgencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la percepción en el Palacio del Planalto es otra. Para el Poder Ejecutivo brasileño está en marcha un plan cuyo objetivo es establecer un cerco preventivo sobre Brasil.

Según esa interpretación, Estados Unidos se vale de un Estado gendarme, Colombia, para enviar una advertencia a Brasil, la mayor potencia política y económica latinoamericana, que ha comenzado a ganar musculatura bélica –rearmando a sus Fuerzas Armadas y pronta a firmar un acuerdo estratégico con Francia– con el propósito de proteger sus intereses vitales, especialmente los amazónicos y las gigantescas reservas petroleras del litoral atlántico.

Washington “amplía su presencia en Colombia para restringir la proyección del poder político y militar de Brasil, frustrando iniciativas como UNASUR y el Consejo Suramericano de Defensa (CSD). Esos organismos dan a América del Sur una identidad propia, algo que no conviene a Estados Unidos, cuyo objetivo es fomentar un cisma” argumenta Alberto Moniz Bandeira, especialista en historia diplomática brasileña (3).

Cuando faltan 16 meses para el fin de su mandato, Lula da Silva parece compartir esa lectura, ya que le preocupa que este episodio afecte la credibilidad de UNASUR, una criatura diplomática en la que invirtió parte de su prestigio internacional y que espera sea su legado en el proceso integracionista.

Lula sabe que el tiempo no juega a su favor y que al contrario puede beneficiar a su homólogo colombiano Álvaro Uribe, quien se ha convertido objetivamente en su adversario en el tablero sudamericano. Uribe recibió críticas de distinto tenor en sus encuentros en agosto con siete presidentes de la región (salvo del peruano Alan García), a los que expuso las razones que lo llevaron a aceptar el asentamiento de tropas. Pero esa relación de fuerzas regional es inestable, ya que podría cambiar si en los comicios uruguayos de octubre y los chilenos de diciembre, fueran electos los conservadores Luis Alberto Lacalle y Sebastián Piñera.
La implantación de una suerte de Base de Guantánamo en plena América del Sur –en este caso diseminada en varios puntos del territorio colombiano (Rossi)– demuestra que UNASUR no alcanzó aún, a pesar de sus logros, la consistencia estratégica a la que aspiraban Lula y su ministro de Defensa Nelson Jobim cuando idearon el CSD.

La decisión colombiana puso en evidencia el fracaso, al menos provisorio, de la idea de convertir al CSD en un foro consultivo sobre políticas de defensa y un ámbito para prevenir o superar tensiones entre los países miembros. Justamente, dotar de una dimensión militar a la integración regional, era el atributo, el salto cualitativo que se esperaba, y aún se espera, que aporte UNASUR respecto de otras experiencias integracionistas, como el Pacto Andino o el propio Mercosur.

Expectativas frustradas


El gobierno brasileño recibió “con perplejidad” la noticia de la radicación de militares estadounidenses en suelo colombiano, según fuentes diplomáticas consultadas por el Dipló. Al obtener aval de Uribe para el despegue desde la base Palanquero de aviones con autonomía suficiente para cubrir casi toda el área UNASUR (Rossi, pág. 6), Washington consolidó su plan para expandir el radio de “seguridad avanzada” en la región, aplicado con vigor desde los atentados del 11 de septiembre 2001 y la declaración de guerra total al terror, proclamada por George W. Bush (4).

“No creo que sea positivo el establecimiento de bases, cuyos alcances y objetivos todavía no son muy claros, cerca de la frontera (brasileña) con la Amazonia, que muchas veces es objeto de codicia internacional”, observó Marco Aurelio García, consejero de Lula sobre asuntos internacionales (5).

Al finalizar una reunión con el general Jim Jones, asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, García instó al presidente Obama, de modo elíptico, a que lleve a la práctica su prometida revisión de la política hemisférica, acentuadamente militarista, heredada de la gestión republicana.

Lo cierto es que a pesar de la sintonía discursiva entre Lula y Obama, el nuevo embajador Thomas Shannon aún no había desembarcado en Brasil a finales de agosto. En cambio, ese mes sí lo habían hecho el citado general Jones y, pocos días antes su colega Douglas Fraser, jefe del Comando Sur. En marzo también había visitado Brasil el almirante Mike Mullen, titular del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas estadounidenses.

Según la prensa local, hay sectores de la Cancillería brasileña que interpretarían esta acción diplomático-militar de Washington como una imposición del Pentágono a Obama. Como sea, lo cierto es que Brasilia no esconde su decepción sobre los primeros pasos de la administración demócrata, al menos en este punto. Lula “alimentaba y alimenta expectativas en relación al presidente Barack Obama; ojalá que no se vean frustradas”, deslizó Marco Aurelio García. n

1 Luiz Paulo Barreto, viceministro de Justicia de Brasil, en una entrevista con el autor el 18-11-08, tres días antes de que el titular de esa cartera, Tarso Genro, y el ministro de Gobierno boliviano Alfredo Rada se comprometieran a ampliar acuerdos existentes sobre la lucha contra el narcotráfico.
2 “En Brasil el consumo de cocaína casi se duplicó, según ONU. En números absolutos en 2009 hay 890.000 brasileños que son usuarios de cocaína”, Agencia Estado, San Pablo, 25-6-09.
3 “Las bases de Estados Unidos son para limitar la proyección de Brasil”, entrevista a Luiz Alberto Moniz Bandeira, sitio de noticias Terra (www.terra.com.br), 21-8-09.
4 Libro Blanco sobre Estrategia Global de Rutas, publicado por la Fuerza Aérea de Estados Unidos, en abril de 2009, transcripto parcialmente en “Operación Trampolín”, Carta Capital, San Pablo, 12-8-09.
5 Marco Aurelio García en conferencia de prensa, tras reunirse con el general Jones. Agencia ANSA, Brasilia, 4-8-09.

Tomado de http://www.eldiplo.info/mostrar_articulo.php?id=965&numero=82
del Le Monde Diplomatique

jueves, 1 de octubre de 2009

"War on Democracy", en castellano


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En este documental John Pilger sugiere que, más allá de llevar la democracia a todo el mundo, como siempre proclama el Gobierno de los EUA, en realidad éste está haciendo todo lo posible para obstaculizar su avance. John Pilger realiza entrevistas exclusivas con oficiales del gobierno americanos, incluyendo agentes que revelan por primera vez como la CIA ha desplegado y está desplegando su guerra particular en Latino América. Pilger argumenta que la verdadera democracia popular se encuentra más bien entre los países más pobres de Latino América, cuyos movimientos y avances son ignorados por los medios.

Traducción: Monofunes.

Corrección e inserción: http://concienciame.com

En colaboración con:
http://elproyectomatriz.wordpress.com
http://subtitulos.concienciame.com

Más información:
http://elproyectomatriz.wordpress.com/2007/10/19/the-war-on-democracy-de-john-pilger/

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